Covid-19 llegó para quedarse, por lo menos mientras no haya vacunas o tratamiento médico efectivo. Todo parece indicar que en nuestro país, el camino será aprender a convivir con este virus.
Me gustaría creer, de manera optimista, que no estamos abriendo paso a una “nueva normalidad” como algunos la han planteado, gris, restrictiva y temible. Prefiero pensar que se trata de una transición, probablemente más larga de lo que hubiéramos imaginado, pero que es un período valioso para sentar bases y construirnos una “mejor normalidad”.
Y en estos momentos, en los que hay más inciertos, se valen con más razón las preguntas utópicas, los planteamientos ¿qué tal si?
En ese sentido, ¿qué tal si reconfiguramos nuestro querido espacio público?, ¿nos hacemos una mejor apropiación de él?, ¿le damos nuevos usos?, ¿lo aprovechamos mejor o diferente?, ¿nos construimos más espacios libres?
Para disfrutar, jugar, caminar o simplemente contemplar, hacer una pausa...
¿Qué tal si, de manera más inmediata que el tiempo que conllevan grandes transformaciones constructivas y obra civil para banquetas más amplias, ganarle terreno al arroyo vehicular o construir nuevos parques? ¿hacemos uso de elementos más inmediatos?
¿El mobiliario urbano nos puede ayudar a re-configurar los espacios públicos durante esta transición?
Es probable, como una analogía, hemos hecho adaptación de nuestros espacios habitados para convivir con una oficina en casa, ¿por qué no adaptar los espacios exteriores para cohabitar con el virus con menos riesgos de contagio?
Bancas urbanas individuales, tumbonas individuales, confinamientos para ciclovías y maceteros urbanos pueden ser los primeros auxiliares para favorecer reordenamientos que nos ayuden en la transición a una mejor normalidad y que favorezcan la futura permanencia de la transformación positiva del espacio público.
¿Qué tal si?
Usamos maceteros urbanos para delimitar temporalmente vías ciclistas.
Ocupamos después confinamientos definitivos para ciclovías en los casos exitosos de esas rutas "temporales".
Disponemos bancas, tumbonas o sillas urbanas individuales, semifijas, que puedan reubicarse en los espacios públicos manteniendo la sana distancia física.
Instalamos bases para hamacas en parques y jardines donde cada quién pueda colgar su propia hamaca.
Colocamos estaciones familiares, para personas que pasaron juntas la cuarentena.
Confinamientos para ciclovías temporales con miras a encontrar su permanencia. Con musgos para atrapar partículas suspendidas y contribuir favorablemente con el medio ambiente.
Como decía al principio, soy optimista, sí creo que podremos volver al espacio público, y qué mejor oportunidad que re-construirlo para regresar a uno mejor.
Mientras tanto, en medida de lo posible, #quedateencasa.